Una mañana de abril de 1987 se alzaba sobre el cielo de Lugano, en Suiza, un globo aerostático con forma de capullo de rosa en el que viajaban el barón Thyssen, su esposa Tita y el magnate Malcolm Forbes, hijo del creador de la revista que tiene entre las manos. Replicaba la estética del huevo Fabergé que el zar Nicolás II había regalado a su esposa Alexandra Fiodorovna en la Pascua de 1895 y lo manejaba el propio señor Forbes, que lo había traído desde Bristol (Inglaterra). “Era un globo enorme, menos mal que cabía en el jardín, donde estaba la piscina”, nos cuenta Tita Thyssen, haciendo memoria de aquella jornada: “Habíamos organizado una exposición en Villa Favorita sobre los huevos Fabergé y el señor Malcolm tenía una colección muy importante, así que la trajo. Pasamos varios días con él, era un hombre encantador”.
El señor Forbes era un millonario de vida extravagante que coleccionaba casas, yates y esas joyas artesanas, auténticas obras de arte, que los zares de la dinastía Romanov encargaba al artista y joyero Karl Fabergé para regalar a sus esposas en Pascua, y a quien el barón Thyssen, que también acumulaba casas, yates y obras de arte, no le andaba a la zaga. Su colección de pintura, con cuadros de Van Gogh, Caravaggio, Rubens, Rembrandt, Canaletto, Monet y Degas, por citar algunos, se creó en solo dos generaciones –la del barón y su padre–, y se convirtió en la colección privada más importante del mundo. De hecho, el barón no solo poseía cuadros, también disponía de su propio museo que se abría al público seis meses al año a partir de Semana Santa, situado en la citada Villa Favorita, una casa a los pies del Lago Lugano: “Muchas tardes, cuando los visitantes se iban, mi marido y yo recorríamos las salas en silencio. Borja venía a veces con nosotros”.
Lejos de la idea de distante y hermética que se le pueda suponer a una millonaria, Tita es una mujer cercana. Ni secretarias ni asistentes. Ella misma cierra esta entrevista por WhatsApp y me pide que la tutee. “Por rapidez. Porque quizá hay alguien de vacaciones, o lo que sea. Lo hago yo misma y se acabó, así es más rápido”.
–Este número reúne a las 75 españolas más influ- yentes. ¿Te consideras una mujer influyente?
–¿Yo? No creo que sea influyente… (Pensándolo mejor) Quizá influyo en la juventud y los niños que llegan a los programas “educathyssen” que tenemos en el museo Thyssen Bornemisza de Madrid y los museos Carmen Thyssen. Es un programa muy importante que influye en la juventud y en el mundo internacional del arte.
–Claro, en el mundo del arte sí es influyente.
–(Más convencida) Sí, sí, el arte es muy importante para la juventud, para los niños y los mayores. Para mucha gente. El arte está por encima de todo porque es libre. Lo más libre que existe.
Si hay alguien libre por encima del arte, esa es Tita Thyssen –que posee la colección que está expuesta en las salas Carmen Thyssen del Museo Thyssen-Bornemisza en Madrid valorada en 1.700 millones de dólares y que por ella percibe una renta anual durante 15 años de 6,5 millones de euros al año– para que su colección se quede en España. Un acuerdo que se cerró el pasado mes de febrero y que ha conseguido que “Mata Mua”, el famoso cuadro de Paul Gauguin y favorito de la baronesa –y cuyo dibujo está estampado en la falda tubo que ha elegido para la sesión de fotos–, volviera al mu- seo Thyssen Bornemisza de donde lo había sacado en junio de 2021 para guardarlo en un almacén en Andorra. “Mi marido lo compró dos veces, la primera a medias con su amigo Jimmy Ortiz-Patiño [constructor millonario, nieto del boliviano conocido como rey del estaño]. Estaban los dos pujando por el mismo cuadro y dijeron: qué tontería, comprémoslo juntos. Pasó dos años en nuestra casa y dos años en casa de Jimmy y el quinto decidieron venderlo. Entonces mi marido lo volvió a comprar. Esta vez él solo”.
El patronato del museo Thyssen y la gestión de sus tres museos ocupan su día a día en Andorra: el Museo Carmen Thyssen de Málaga, inaugurado en 2011; el de Andorra, en 2017; y la construcción del Museo Carmen Thyssen en Sant Feliú, Girona, el pueblo donde la baronesa posee su casa Más Mañanas, una impresionante propiedad con vistas al Mediterráneo donde se realizan las fotos de este reportaje, y que diseñó junto a su primer marido, el actor Lex Barker, sobre un terreno que le había ofrecido su padre como regalo de bodas. “No puedo dormir más de las ocho de la mañana, aunque me acueste tarde. Además, duermo con las ventanas abiertas; me encanta ver la luz del día cuando amanece. Desayuno tranquila, hago un poco de ejercicio y camino. Cuento yo misma los pasos. A veces llego hasta cuatro o cinco mil. Tengo una piscina en casa y a veces nado, pero pocas porque no tengo tanto tiempo. Una vez que empie- za la mañana ya no paran los emails y el trabajo”.
En Andorra vive con sus hijas, Carmen y Sabina, de 16 años, que han empezado el bachillerato. Tenerlas, así como a Borja, ha sido la mejor decisión de su vida: “Son un poco diferentes. Sabina es más artística, le gusta dibujar, monta películas con el ordenador… Y Carmen es muy estudiosa. Saca unas notas impresionantes y es de las mejores alumnas de su colegio. Es muy responsable”.
La gran boda inglesa
Tita y el barón Thyssen se conocieron en Cerdeña en 1981. Él tenía 60 años y había pasado por cuatro matrimonios; ella tenía 20 años menos y era viuda de Lex Barker, pero su historia de amor acabó siendo definitiva para ambos. “Unos amigos me invitaron a su barco en Cerdeña. Yo no quería ir, pero mi madre insistió. Estuve dos o tres días, pero decidí volver a Sant Feliú. Llegué incluso al aeropuerto, pero ya no había billetes así que regresé al barco de mis amigos. Esa noche había una fiesta y allí lo conocí. Fue un flechazo absoluto”. El anfitrión era el suizo Fred Horowitz, un reputado joyero suizo que trabaja para Harry Winston, que tenía una red de clientes y amigos millonarios tan impresionante como las joyas que vendía, como La Estrella de la Paz, un diamante de 179 quilates del tamaño de una mandarina, que el barón regaló más tarde a Tita.
La pareja se casó en 1985: “Estaba obteniendo su divorcio y nos llamó el abogado para decir que nos podíamos casar. Era un 14 de agosto y estábamos en la Costa Brava. Heini dijo: ‘Nos casamos pasado mañana’. Y así fue. El 16 de agosto organizamos la boda en Inglaterra. Yo pensé: ¡A ninguno de nuestros amigos les va a dar tiempo a llegar! Pero vinieron Henry Ford y su mujer, Anne Getty, los duques de Marlborough… ”. Tampoco faltaron sus grandes amigos, la infanta doña Pilar y su esposo Luis Gómez-Acebo que se convirtió en testigo y llevó a Tita al altar junto con la duquesa de Marlborough.
Hija de una ama de casa y un ingeniero industrial dueño de una empresa de reparación de automóviles, Tita nació en Barcelona durante la posguerra. Cuando tenía cinco años, sus padres se separaron (el divorcio no existía en España) y Carmen madre, una mujer muy atractiva y de mucha personalidad, se mudó con sus hijos y su madre a la selecta zona de Turó Parc. Consciente de la importancia de una buena educación, matriculó a su hija en algunos de los mejores colegios bilingües de la Ciudad Condal, como el Liceo Francés o el Marymount, donde Tita recibió una esmerada educación y aprendió algo imprescindible para convertirse en una mujer de mundo: idiomas. “Cada día pienso en ella. Me ha influido mucho y me ha dado los mejores consejos”, asegura Tita recordando a su madre.
Uno de ellos ocurrió a bordo de un avión rumbo a Suiza, donde coincidió con Lex Barker. Según su madre, el actor conocido por interpretar a Tarzán después de Johnny Weissmüller no había dejado de mirar a su hija durante todo el trayecto. Tita tenía 20 años y era una joven belleza. Le pidio un autógrafo y él le pidió su dirección. El amor hizo el resto. El 6 de marzo de 1965 se casaron en Ginebra. Ella tenía 22 años, él 46. “Pasamos 10 años juntos, maravillosos hasta su fallecimiento. Yo fui su quinta esposa y también la quinta esposa del barón. El cinco me trae buena suerte”, asegura. Su matrimonio con Lex Barker le abrió las puertas de Hollywood donde se codeaban con las grandes estrellas del cine. Aunque su encuentro con una de ellas ocurrió unos años antes cuando acudió a Los Ángeles para participar en Miss Universo: “Nos invitaron a una fiesta impresionante llena de actores. De repente se me acercaron Frank Sinatra, Paul Newman, Dean Martin y Marilyn Monroe. Durante la charla, uno de ellos hizo un chiste subido de tono y todos se echaron a reír menos yo, que no lo entendí. Entonces Marilyn me pasó su brazo por los hombros y me rescató: ‘Dejad a esta niña, que es buena e inocente”.
Hoy aún queda en su mirada algo de aquella niña buena e inocente aunque Tita tiene más mundo a sus espaldas que Phileas Fogg. Proyectos desde luego no le faltan. El próximo 11 de octubre se inaugura la exposición temporal “Picasso/Chanel”, con obras de los dos grandes maestros, y en 2023 llegará al museo Thyssen Bornemisza una retrospectiva sobre Lucian Freud organizada por la National Gallery de Londres. ¿Y las memorias que empezó a escribir durante el confinamiento? “Sigo con ellas. ¡No tengo mucho tiempo!”.