“¿Estamos mal hechos? ¿Por qué no somos capaces de quemar calorías fácilmente? ¿Por qué nos cuesta tanto bajar de peso?” se pregunta Juan Luis Arsuaga, director del equipo investigador de Atapuerca en su último libro Nuestro cuerpo (Destino). “No. Estamos tan bien diseñados (…) que apenas gastamos energía cuando andamos o corremos”, concluye el autor. ¿El motivo? “Nuestros antepasados empezaron a acumular energía en forma de grasa corporal una vez que salieron de la selva húmeda para moverse por territorios cada vez más amplios, llevando una vida en la que los aportes de alimentos eran irregulares y escaseaban por temporadas” escribe. Los genes ahorradores tenían ventaja competitiva. Pero, la grasa que un día nos ayudó a conquistar el mundo hoy es fuente de enfermedades tan dañinas como la obesidad.
¿Más suela y menos cazuela?
Hamburguesas con salsa de queso, helado de chocolate, refrescos, pizzas, bollería industrial, patatas fritas… La superabundancia de alimentos procesados (cuya tentación es difícil de resistir) ha disparado la sobrealimentación justo cuando los estilos de vida se han vuelto más sedentarios. Actualmente, se calcula que 1.000 millones de personas son clínicamente obesas, de las cuales unos 650 millones son adultos, 340 millones adolescentes y 39 millones niños. “Antes de la era del consumismo en la que estamos ahora, nuestros antepasados no es que no quisieran comer tanto como nosotros, es que no podían, no disponían de tanto alimento. Al mismo tiempo, se han facilitado tanto los medios de transporte que casi no nos movemos para ir a trabajar o al supermercado” recuerda a Forbes Juan Luis Arsuaga.
Las alteraciones en los patrones dietéticos y actividad física son resultado del desarrollo económico: la planificación urbana, la comercialización y procesamiento de alimentos, la educación… De hecho, la estatura y el peso han ido aumentando desde el siglo XVIII, a medida que los ingresos y las condiciones de vida mejoraban. Sin embargo, la magnitud de la obesidad es hoy de dimensiones preocupantes. Desde 1975, el número de adultos con problemas de peso se ha triplicado y el de los niños y adolescentes ha aumentado casi cinco veces. De seguir así, en apenas 12 años, más de la mitad de la población mundial –4.000 millones de personas– vivirá con una acumulación excesiva de grasa de acuerdo con las estimaciones de la Federación Mundial contra la Obesidad.
No es sólo un problema de estética, la obesidad causa 1,2 millones de muertes al año en Europa, el 13% del total
La Organización Mundial de la Salud atribuye como motivo fundamental al desequilibrio energético entre calorías consumidas y gastadas. No obstante, pese a que la solución puede parecer obvia: comer menos y hacer más ejercicio (o como dice el refrán “más suela y menos cazuela”), hay que tener en cuenta que se trata de una enfermedad compleja y multicausal. “La ciencia ha demostrado que hay 70% de carga genética, epigenética, así como, factores ambientales, sociales y psicológicos” comenta a Forbes el endocrino Cristóbal Morales, investigador y miembro de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad.
Ante este escenario, los investigadores advierten: es momento de dejar de entender la obesidad como un problema individual o del ámbito privado para afrontarlo como un problema de salud pública porque el exceso de peso no es simplemente una cuestión de apariencia. “No hablamos solo de un número en una báscula, la obesidad es una proporción de tejido graso que te lleva a más de 200 complicaciones: diabetes tipo 2, hipertensión, artrosis, problemas de salud mental o cáncer” aclara Morales. Empeora la salud y acorta la esperanza de vida (en toda la OCDE, se pierden cada año 3. 300 años de vida por cada 100.000 habitantes debido al sobrepeso). Otras estimaciones recientes sugieren que causa más de 1,2 millones de muertes al año en Europa, lo que representa más del 13% del total de muertes, ocupando el cuarto lugar tras la hipertensión arterial, los riesgos dietéticos y el consumo de tabaco.
Marilyn Monroe en tres semanas
Ella lo niega, pero los rumores no han cesado desde entonces. Kim Kardashian, empresaria y estrella de realities de televisión, adelgazó en tres semanas siete kilos para poder enfundarse en el icónico vestido que la actriz Marilyn Monroe lució en 1962 cuando el cantó el Happy Birthday al presidente John F. Kennedy. Dieta estricta, mucha agua, ejercicio y… ¿semaglutida?
La semaglutida es el principio activo del Wegovy, el primer fármaco en años que la Administración de Alimentos y Medicamentos de los EE UU (la FDA) ha aprobado para combatir la obesidad. Se trata de una solución inyectable que consigue imitar una hormona natural del cuerpo llamada GLP-1 encargada de indicar al organismo que ya hemos comido. El compuesto de la farmacéutica noruega Novo Nordisk ha demostrado ser eficaz (las personas llegan a perder hasta un 15% de su peso corporal) y seguro. La búsqueda de un adelgazante competente no ha estado exenta de dificultades para la industria farmacéutica. En el año 1996, los médicos extendieron 18 millones de recetas de Redux y Pondimin (una píldora llamada popularmente Fen-Phen) que conseguía engañar al estómago provocando sensación de saciedad y aumentando la quema de calorías.
Finalmente, el producto tuvo que ser retirado del mercado, tras una extensa investigación de la prestigiosa Clínica Mayo por sus graves efectos secundarios. Ahora, según los fabricantes, la mejora científica y los prometedores resultados de la nueva clase de fármacos (desarrolladas originalmente para tratar la diabetes) impulsan una fulgurante aparición de los medicamentos para tratar esta enfermedad. Tanto es así que, las ventas de la Unidad de Obesidad de Novo Nordisk han crecido un 131% en 2022 y la empresa ha tenido incluso dificultades para satisfacer la demanda. “Ha supuesto un cambio muy importante. Hemos pasado de ser una compañía con foco casi exclusivo en la diabetes, a ampliar el rango de patologías que podemos ayudar a combatir, y dentro de ellas juega un papel crucial la obesidad” asegura a Forbes el director médico de la empresa, Francisco Pajuelo.
Si los influencers y estrellas de cine están entusiasmados, los inversores aún más. Los analistas de Morgan Stanley prevén que estemos ante “el próximo taquillazo de la industria” porque el mercado podría amasar unos 54.000 millones de dólares en una década. En Barclays van más allá. Sus analistas confían en que la floreciente industria de medicamentos para adelgazar alcance los 200.000 millones de dólares de aquí a 2033.
En la actualidad, media docena de compañías, como Eli Lilly o Pfizer siguen de cerca los pasos de Novo Nordisk. Estamos, además, en una carrera de fondo por presentar al mercado la versión del producto en forma de píldoras. “La administración oral supone sin duda una alternativa interesante para muchas personas con obesidad que no quieran o no puedan utilizar la vía subcutánea” apuntan desde Novo Nordisk.
Sin duda, el atractivo del mercado es alto. “Si hablamos solo de Estados Unidos, donde 4 de cada 10 americanos padece obesidad (es decir, más de 130 millones de personas) y teniendo en cuenta que a día de hoy el coste medio estimado de estos tratamientos es de 13. 000 dólares anuales, supone una importante fuente de ingresos para estas compañías, que compensa en gran medida la fuerte inversión efectuada para su desarrollo” concreta para Forbes, Elena Rico, gestora del fondo Megatendencias Salud de Renta 4. En los últimos meses las bolsas han recogido con gran optimismo estos avances y la cotización de las principales compañías ha crecido situándose en máximos históricos, “entendemos que descontado un escenario positivo de aprobación y reconocimiento de ingresos” señala Rico.
Desde la Fundación Gasol (creada por los hermanos Gasol para contribuir a la promoción de hábitos de vida saludable entre niños, jóvenes y su entorno), recuerdan que “esta pandemia afecta en mayor medida a aquellas familias con una renta menor y en situaciones de vulnerabilidad socioeconómica”. Como explica el paleontólogo Juan Luis Arsuaga: “Ahora son los ricos los que pasan hambre. O sea, si combatimos la pobreza y mejoramos el nivel de educación general estamos también combatiendo la obesidad”.
Los milagros, a Lourdes
En los años sesenta, la hipertensión se consideraba un trastorno del comportamiento causado por el estrés o una consecuencia inevitable del envejecimiento. En los ochenta, fue reconocida como enfermedad y su tratamiento se trasladó a la atención primaria. En los noventa, lo que era un segmento incipiente se transformó en un gigante de 30.000 millones de dólares. “Creemos que existen claros paralelismos entre la evolución histórica del mercado de la hipertensión y el desarrollo actual del mercado de la obesidad” indican desde Barclays. Pero, claro. Entonces, no existía la influencia planetaria de Tik Tok. #Wegoby, #semaglutida, #calorías, #perderpeso, #milagro… son solo algunos de los hashtags más frecuentes en la red social desde que se conoció su existencia y sus efectos. “La conversación científica se había vehiculizado hasta ahora por las revistas y congresos médicos, y de repente llega a Tik Tok y se pone de moda un tratamiento. Nunca antes lo había visto en mis 20 años de carrera” confiesa sorprendido el endocrino Cristóbal Morales. Una viralidad que entraña riesgos importantes. “La ficha técnica de los fármacos siempre nos dice que tiene que ir incorporado dentro de un programa de cambio de estilo de vida nutricional, con actividad física, abordaje cognitivo con ayuda psicológica… No se puede utilizar como una varita mágica” recuerda el endocrino.
Y es que, pese a la efectividad de esta nueva generación de medicamentos y las esperanzas depositadas en ellos, los expertos recomiendan no jugarlo todo a una carta. Y, sobre todo, no hacerlo sin la supervisión de un equipo médico competente. “Se trata de una parte de las líneas terapéuticas que deben utilizarse de forma específica, individualmente hablando. Lo eficaz a nivel poblacional son las políticas de prevención, promoción y educación para la salud y, legislando o aplicando tasas o impuestos a productos digamos, de alto consumo no saludables” recomienda el doctor García Vicento de la Asociación de Economía de la Salud.
Otra de las fórmulas exploradas en la batalla contra la grasa es la regulación de los anuncios publicitarios de alimentos y bebidas dirigidos al público infantil. Reino Unido, Alemania, Dinamarca, Irlanda o Portugal han legislado al respecto. España, aunque estuvo cerca, finalmente no consiguió el quórum necesario para sacarlo adelante. Los técnicos reconocen que es especialmente preocupante ver como las tasas de obesidad aumentan más rápidamente entre niños y adolescentes. Un peso excesivo dificulta su desarrollo, su autoestima y a la larga sus logros educativos. “Con peores resultados académicos queda tocado no solo su estatus socioeconómico en la edad adulta sino el capital humano” de los países afectados reconoce la OCDE.