La pasada primavera, Rachel Valdés (La Habana, 1990) se trajo a Madrid un deslumbrante eco de las piscinas de su infancia. Lo exhibió en la galería La Cometa, en su primera exposición individual en la capital de España. Con un subtítulo explícito (De la instalación a la acuarela), Piscinas reúne veinte piezas de la artista visual cubana en una colección conceptual que llevaba diez años gestándose y se mostraba por vez primera en público. Acuarelas, fotografías, bocetos digitales e incluso una instalación sonora conspiran en esta completa reconstrucción de un paisaje que forma parte de su memoria sentimental más íntima, “el de un centro deportivo de natación que parecía prácticamente abandonado” y que ella frecuentaba en sus primeros de años de vida, en La Habana de finales de los noventa.
La entrevista que están a punto de leer iba a realizarse a finales de mayo, coincidiendo con el desembarco de Piscinas en La Cometa, pero fue aplazada. Por entonces, la artista cubana se estaba separando de su pareja sentimental, el cantautor madrileño Alejandro Sanz. Semanas después, Valdés accedía de nuevo a responder a las preguntas de Forbes con una única condición: que su obra reciente y el repaso a su trayectoria artística no se vean eclipsadas por las circunstancias de su vida privada. Así que nos asomamos con ella a esa constelación de piscinas vacías que la llevan de vuelta «al vértigo y la fascinación» de la infancia más temprana. Hoy las recuerda «como enormes agujeros en el suelo», edificios enterrados, “profundidades geométricas” que, según nos cuenta, se le antojaban “casi infinitas”. Esos “patrones monumentales” se incrustaron en su subconsciente y afloraron años después, como actos de resistencia contra el olvido.
Graduada en la Academia Nacional de Bellas Artes de San Alejandro, en La Habana, Valdés ha realizado ambiciosos proyectos en espacios públicos como Cubo azul (desplegado en el Malecón de su ciudad natal) o Inmersión, integrada hoy en el patrimonio cultural habanero. En 2016 obtuvo el primer premio de la Rockefeller Brothers Foundation y exhibió The Beginning of the End, su debut en la ciudad de Nueva York, “transitada” por más de dos millones de espectadores en plena Times Square. Piscinas, restos de las “pirámides invertidas, edificios y ciudades” que su imaginación lleva explorando desde la niñez, constituye un puerto idóneo desde el que abordar la obra de esta artista multidisciplinar con querencia por los grandes formatos.
¿Cómo se gestó Piscinas?
La idea surgió de una serie de bocetos que realizaba yo instintivamente. En alguna ocasión visitaba el centro deportivo en que estaban esas piscinas vacías para recuperar sensaciones. Los dibujos fueron tomando forma, pero casi siempre distorsionadas, muchjo más profundas y con perspectivas forzadas, para acercarme al sentimiento de vacío y vértigo que me inspiran.
¿Qué nos cuentan esas piscinas vacías de aquella La Habana de hace más de 20 años?
Son una metáfora visual sobre el paso del tiempo, la nostalgia de lo que fue y ya no es. Creo que las piscinas vacías forman parte de la memoria colectiva de muchos cubanos y transmiten una cierta sensación de frustración y no funcionalidad, además de la utopía y el surrealismo que están en la identidad cubana.
¿Tienen para usted un carácter mágico o místico?
Son lugares que percibo como cargados de historia y llenos, en su día, de vida. Percibirlos en completo silencio y en desuso me inspira, sí, un cierto aire de misticismo.
¿Podría compartir con nosotros algún recuerdo particularmente evocador de las piscinas de su infancia?
Recuerdo que solíamos ejercitarnos corriendo alrededor de aquellas piscinas vacías. Practicábamos la natación fuera de ellas, en el cemento o en el césped, jugábamos a imaginarnos el agua ausente en un diálogo irremediable de aceptación.
¿Ha cambiado su relación con las piscinas a lo largo del tiempo?
El concepto de la obra sigue siendo el mismo desde que empecé a trabajar en él hace ya diez años. Tal vez la evolución me lleva a verlas cada vez más como objetos escultóricos, elementos geométricos dentro de un espacio. Siempre me ha interesado la relación que existe entre el ser, un objeto determinado y el entorno.
¿Diría que hay en su obra un hilo conductor que lleva de Cubo azul a Piscinas pasando por Inmersión?
Sí, definitivamente. Son obras visualmente distintas, pero hay un hilo conductor entre ellas. Por lo general, todo mi trabajo converge en el interés por abarcar, representar o reinterpretar un espacio determinado. Y creo que también hay similitudes en el uso del color o en la representación de figuras geométricas como protagonistas en un entorno.
¿A qué responde esa tendencia suya a saltar de un formato a otro, de la fotografía a
la acuarela, el dibujo, la instalación táctil o sonora?
A que por lo general trabajo en base a una idea o concepto y luego busco el método que me resulta más factible para llevarla a cabo. Resulta sumamente enriquecedor para mí investigar distintas formas de creación. Por ejemplo, el dibujo es perfecto para materializar las ideas espontáneamente; la fotografía me ayuda con la escala y la percepción espacial; el proceso pictórico es muy íntimo y emocional entre la obra y el artista a la hora de la ejecución; y el proceso escultórico y de instalación es más bien un ejercicio colectivo, que involucra a otras personas en cada fase de la construcción.
Se mueve usted en una encrucijada entre la figuración y la abstracción. ¿Qué otros artistas en coordenadas creativas semejantes despiertan su interés o le sirven de inspiración?
Siempre me ha interesado la obra Willem de Kooning. Soy una amante del expresionismo abstracto y creo que él consiguió una fusión perfecta entre lo erótico, lo figurativo y por supuesto, lo abstracto, tanto en su obra pictórica como la escultórica. Aunque tampoco puedo dejar de mencionar a Constantin Brâncusi.
¿Hasta qué punto resulta central en su trabajo partir del dibujo para incurrir de manera gradual en la abstracción?
El dibujo es para mí la base de todo, es la manera más inmediata de visualizar y sintetizar cualquier idea de obra. En estos procesos pictóricos donde describo objetos y estructuras arquitectónicas, o para construir la estructura de una futura escultura o instalación, es primordial pasar por ese proceso de transformación y evolución de cada pieza.
¿Diría que en el fluir de su estilo a lo largo del tiempo hay una serie de constantes identificables que la definen como artista?
Diría que sí. Siempre me ha interesado indagar sobre las cuestiones sensoriales del ser humano y, a su vez, trabajar con espacios determinados, teniendo en cuenta su carga histórica y vivencial. Muchas veces intento distorsionar y reinterpretar el entorno que nos rodea. Busco nuevas maneras de representar, de habitar y de observar. Me atrae la idea de poner al espectador como parte fundamental de la obra, brindar un estado de presencia, reconocimiento y contemplación. Crear un diálogo entre el sujeto, el objeto y el entorno.
Si tuviese que elegir una pieza concreta que sintetizase, de alguna manera, su identidad artística, ¿cuál sería y por qué?
Cada una de mis obras es parte de mi ser, de mi pensamiento y de mi esencia, pero creo que, si tuviese que quedarme con una sola, sería Happily Ever After. Fue la primera obra pública que realicé, en el Malecón habanero durante la Bienal de La Habana de 2012 [tenía por entonces 21 años]. Esa pieza tiene una carga emocional muy importante para mí.
Usted insiste también en la importancia de dejar un margen de interpretación a los receptores. ¿Hay alguna interpretación de su obra que le haya resultado sorprendente o particularmente fértil pese a no coincidir del todo con sus intenciones?
Definitivamente. Me ha pasado sobre todo con la obra pública. Algunos espectadores han aportado sensaciones nuevas, otras formas de lectura o percepción, aspectos de la obra que ni misma percibía o controlaba. Ese tipo de cosas me resultan siempre sorprendentes y enriquecedoras.
¿En qué nuevos proyectos está trabajando ahora mismo?
Justo acabo de terminar un proyecto escultórico en Toledo que será inaugurado próximamente, y ahora trabajo en mi próxima exposición en Gary Nader Museum para la Art Basel de Miami.
¿En qué dirección concreta están evolucionando sus inquietudes e intereses?
En profundizar cada vez más en los conceptos e ideas que vengo desarrollando desde hace años. Para mí, el arte y la creación son una búsqueda continua, una investigación profunda de propuestas filosóficas y emocionales.