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Santa Dolly Parton: el imperio más allá del country

«Estoy cansada de Dolly, ¿no lo estáis vosotros?», le preguntó Dolly Parton (Sevierville, Tennessee, 1946) al New York Times el año pasado. Acababa de hacerse pública su donación de un millón de dólares para el desarrollo de la vacuna contra el covid-19 de Moderna, y volvía a acaparar titulares elogiosos. Las ovaciones se multiplicaron cuando poco después se negó a saltarse el turno y vacunarse antes de tiempo como agradecimiento a su aportación. Pero, aunque pareciera que una parte del público descubrió a la cantante a raíz de eso, este no fue más que el último advenimiento de la estrella. Que en más de cincuenta años de carrera, lleva unos cuantos. 

Y decimos «estrella» porque a este punto, definirla acaba convertido en una enumeración tediosa: compositora, cantante,  productora, actriz, filántropa, empresaria, escritora…. E icono pop. Hay casi una decena de biografías o pseudo biografías sobre ella, y su colección de hitos parece inagotable. Podría forrarse la geografía de EEUU con ellos: compuso en el mismo día Joelene y I will always love you, la oveja Dolly se bautizó así en su honor, Gucci ha sacado colecciones con su cara, tiene un personaje propio en Barrio Sésamo, un parque temático propio, lleva compuestas más de 3.000 canciones, es la única artista nominada a los premios Emmy, Grammy, Globos de Oro, Tony y Country Awards… Pero, quizá lo más singular de todo es es que nadie odia a Dolly Parton. Así lo asegura el Q Score de Nielsen Research, que mide el índice de aceptación de los famosos. La cantante lleva años instalada en él con una aceptación insólita. 

Sueño americano

Su historia es la encarnación más perfecta del sueño americano: creció pobre, la cuarta de 12 hermanos, en una granja sin agua corriente ni electricidad. Debutó ante los micrófonos a los 10 años, cantando en iglesias, fiestas y demás eventos en su Tennessee natal. Como tantos otros, se marchó a la ciudad a probar suerte: «No sabía lo que me esperaba. No sabía lo que sería de mi. Solo sabía que no me tenía que preocupar por ser pobre, porque jamás podría ser más pobre de lo que ya éramos en casa», contó. A los 19 años firmó su primer contrato musical y antes de cumplir los 30 ya había publicado más de 24 álbumes. Por entonces lucía con orgullo el apodo de «Reina del Country», pero Dolly quería más: ser la diosa del pop country. Lo consiguió con Here You Come Again, otro superventas que sacudió los cimientos del género. 

Gucci ha sacado colecciones con su cara y tiene un personaje propio en Barrio Sésamo.

En 1965 fundó su propio sello musical y comenzó con lo que muchos tomaron por error catastrófico: decirle que no al mismísimo Elvis Presley. Él quiso cantar su tema I will Always love you, y aunque en principio la reina del country se emocionó ante la idea de que el rey del rock & roll lo hiciera, acabó negándose. El acuerdo incluía que cediera la mitad de los derechos y ella no estaba dispuesta. Años después, fue Whitney Houston quien interpretaría la inmortal canción en El Guardaespaldas, cuya explotación sigue siendo una gran fuente de ingresos para Parton. 

Una fortuna de 500 millones

Aunque son solo estimaciones, la fortuna de Dolly Parton sobrepasa los 500 millones de dólares, y está en el número 6 de la lista de Forbes de cantantes más ricos. Porque el imperio de Dolly Parton va mucho más allá del country, y une dos de sus facetas: la de filántropa y empresaria. En 1986 fundó un parque temático en su localidad natal, Pigeon Force, para promover el empleo en una zona deprimida. Hoy, ese Dollywood es un gigantesco complejo que emplea a más de 3.00 personas (muchas de ellas llevan trabajando allí más de 30 años) con spa, parque acuático, las mejores montañas rusas del mundo, hotel… y un sinfín de atracciones que rivalizan con los de la factoría Disney. También es co-creadora de productoras televisivas como Sandollar Entertainment. 

«No voy a caer tan bajo como para ser chic, es lo más fácil del mundo.»

Dolly Parton

Quizá por el mismo motivo por el que aún conserva la pequeña cabaña en la que creció con sus 12 hermanos – «Me ayuda a recordar mis raíces y a no olvidar de dónde vengo», ha dicho– desde el inicio de su carrera ha desarrollado también una imparable labor filantrópica. Fundó la Dolly Parton’s Imagination Library para alfabetizar y proveer de lectura a los niños, el Dolly Parton Center for Women Services y la clínica de maternidad The Dolly Parton Birthing Unit. «Como dicen las Escrituras, a quien mucho le es dado, mucho se le demandará. Así encaro mi vida a diario, pensando en lo que Dios espera de mí. Eso me hace sentirme bien», dijo en una entrevista a Billboard.

Vivimos en el ‘Dollyverso’

Su financiación de la vacuna de Moderna fue la guinda, pero el penúltimo advenimiento de Dolly Parton data de un par de años antes. A la vez que se estrenaba en Netflix una serie sobre ella, el podcast Dolly Parton’s America se convirtió en un revulsivo cultural, y redescubrió lo mucho que significaba Dolly Parton para su país. O en otras palabras: le explicó a EEUU porqué la quería tanto. Porque, contrariamente a lo que se cree, Dolly Parton no ha sido siempre tan incontrovertiblemente adorada. Durante años –sobre todo, en los albores de su carrera– su imagen era foco de chistes, bromas groseras y descalificaciones de todo pelaje. Ella las encaraba siempre de idéntico modo: siendo la primera en bromear sobre sus pechos, sus pelucas o su personalísima estética. «Sé que la gente se ríe de mí, pero la que se ríe soy yo. Sé lo que estoy haciendo, por eso me meto conmigo misma más que nadie. No voy a caer tan bajo como para ser chic, es lo más fácil del mundo. Pensé que lo mejor sería llamar la atención», dijo. 

Porque Dolly Parton no ha cambiado un ápice, no en lo sustancial. Es la sociedad (global, no solo la norteamericana) la que lo ha hecho. La periodista Lindsay Zoladz indagó en porqué ahora el mundo había abrazado a Parton como un protoicono feminista, cuando durante décadas fue tomada por la encarnación de la rubia hipersexualizada: «Todos los atributos que solían predisponerla para la crítica: el estilo indignante e hiperfemenino; la despiadada inteligencia empresarial necesaria para llevar a cabo su crossover pop de finales de los 70; incluso el reconocimiento de su propia cirugía estética ya no son un tabú», reveló. 

Así que no. La respuesta es que nadie está cansado de Dolly Parton. Como decían en el Washington Post, somos nosotros los que vivimos en su universo, el DollyversodondeDolly Parton es una santa secular, que hermana a azules y rojos. O como ella prefiere resumirlo: «Soy sencillamente la chica del al lado… siempre que lo que tengas al lado sea un parque de atracciones».