Las prisas no son buenas. Catherine Deneuve (París, 1943) ya era actriz cuando su hermana mayor y también actriz Françoise Dorléac falleció a los 25 años en una accidente de tráfico, a lomos de un Renault 10 alquilado que le llevara a Niza lo antes posible para acabar con el rodaje de una película y comenzar nuevos proyectos delante de la cámara. Esto no llegó a pasar. Ambas hermanas nunca llegaron a ver juntas el resultado de su primera película como coprotagonistas, el musical Les Demoiselles de Rochefort, porque el año 1967 fue el fin de una historia para una y el comienzo de una penitencia para la otra.
La idea de Jacques Demy cuando contactó con esta dupla tan parecida físicamente y tan alejada en personalidad no anticipó el final dramático que tuvo que dirigir. Fue él quien quiso que las dos hermanas dieran vida a las gemelas Solange y Delphine Garnier. Cantarían con voces prestadas y bailarían una al ritmo de la otra, demostrando el encanto individual y el poder en pareja. Porque eso fueron Catherine y su hermana, un dúo arrollador que el destino no quiso que el público fuera testigo del encanto. El coche en el que viajaba Françoise perdió el control y ella no sobrevivió al siniestro. A partir de ahí, la vida le mostró a la pequeña de la familia los planes que tenía para ella: una vida de cine con un sinfín de estrenos en la gran pantalla, pero sumida en una pena absoluta. Y así sucedió.
Antes de hacer repaso a los más de 66 años de trayectoria profesional hay algo que conviene recordar de la vida personal de la que se considera es una de las mejores actrices europeas de la segunda mitad del siglo XX, y que ella misma reveló en Catherine Deneuve lit la mode, una serie de vídeos breves dirigidos por el periodista especializado en moda Loïc Prigent y emitidos durante el mes de septiembre de 2016.
«La gente me ve como alguien frío y burgués, pero no voy a perder el tiempo en desmentir a quien no me conoce», sentenció Deneuve en alguno de estos episodios. Y es que cuenta la leyenda –o los más íntimos de ambos– que fue François Truffaut quien mejor ha conseguido definir a Catherine Deneuve en sus ocho décadas de vida. Le bastó una escena de la película La sirena del Misisipi (1969) para sentenciar que así, justo así y no de otra manera, era la mujer que hoy festeja sus 80 años. En ella, él mantiene un diálogo con una joven Catherine en el que le hace saber que su belleza no sólo le hace feliz, sino que, sobre todo, le hace sufrir. Las dos caras de una misma moneda que han perseguido a la actriz desde que su cara se hizo conocida. Fría, distante, remilgada, puede que hasta desagradable en el trato. Son algunos de los calificativos sobre ella que la crítica y su entorno más íntimo han regalado a los oídos de quienes quisieran escuchar. Y fueron muchos los que pusieron la oreja, ya que su aparente forma de ser cruzó tantas fronteras terrenales como charcos. Hasta el 26 de junio de 1967, cuando Catherine Deneuve dio rienda suelta a su lado más humano que a sus 80 años todavía mantiene.
A diferencia de las ‘mujeres’ de Hitchcok, que si por algo son reconocidas es por su cercanía con quienes les han alzado a ese estado de gracia, su paso por la meca del cine no tuvo la misma repercusión que en Europa. Quién en su sano juicio daría alas al desagrado, pensarían allí. Y, precisamente por esa falta de ganas al desmentir su mal humor, crió una fama que todavía hoy a veces le acompaña, aunque, a diferencia de las voces de antes, algunas dicen que su fuerte personalidad se fue debilitando a medida que el recuerdo de su hermana volvía a su mente. Y todo porque la muerte de su Framboise –(‘frambruesa’ en francés), así llamaba a su hermana Françoise–, a una edad tan temprana, tambaleó el mundo de esa chica de 24 años que se enfrentaba a una vida sin referente. Para ella, Dorléac lo era todo. Hermana mayor, amiga, cómplice y mentora. Porque aunque fue Catherine la primera en ponerse delante de una cámara, con la película Les Collégiennes, Françoise empezó su relación con la profesión antes que ella, pero fuera de la pantalla. Fue con la película de Demy cuando la vida parecía haberles dado la oportunidad de compartir algo más que ADN, una carrera profesional de gran alcance, por la complicidad entre ambas y la buena facha de la cara de Dorléac en cámara. De hecho, la inclusión en el cine de la hermana mayor fue tan impactante que muchos directores consideraron que sería ella y no Deneuve quien pudiera mantenerse en activo en el séptimo arte durante más tiempo. Cuando un accidente acabó con su vida, la industria tuvo claro que había que apostar por Deneuve, físicamente idénticas, para seguir con los planes. Ella cumplió, por gusto y homenaje, y la historia se cuenta sola.
Dos premios César, una nominación al Oscar como mejor actriz, varias ovaciones en los festivales cinematográficos de Cannes, San Sebastián, Berlín y Venecia, después, la vida de cine de Catherine ha llegado los casi 70 años delante de las cámaras. Algo que le ha hecho merecedora del Premio Lumière, uno de los galardones más importantes en el mundo del cine en lengua francesa, por su exitosa carrera que comenzó con su primer gran éxito mundial, Los paraguas de Cherburgo (1964). Con este premio, la chica que naciera en el seno de una familia bien posicionada y dedicada al showbusiness, vivió desde pequeña los encantos del mundo de la interpretación –padre actor de teatro y cine y madre dobladora de voces–. Un punto de partida que marcó el devenir de su profesión y que le ha hecho trabajar con las mejores caras de su generación en el cine francés y hollywoodense, con Juliette Binoche, Isabelle Huppert, Gérard Depardieu, Ethan Hawke, David Bowie, Susan Sarandon, Jon Malkovich, Ava Gardner, Diane Kruger y Christopher Lambert, entre otros rostros conocidos.
Sin embargo, su vida laboral va más allá de las 100 películas que tiene en su currículum. Unida a Francia por nacimiento, París siempre fue su hogar, y allí estableció las mejores relaciones sociales que dieron sus frutos. Entre todas sus amistades destaca una. Fue musa del diseñador Yves Saint Laurent. Juntos alimentaron la industria de la moda e hicieron crecer la fama mutua con una relación de amistad que sobrevivió al diseñador francés, ya que la actriz mantuvo su recuerdo vivo con Pierre Bergé, pareja del modisto, fallecido recientemente. Ayudó al creativo a posicionarse en la escena textil del momento vistiendo sus creaciones y sentándose en la primera fila de sus desfiles, transmitiendo el mejor mensaje de alerta que un diseñador puede provocar: aquí se ha sentado una musa, ella confía en mí, síganme la pista. Hubert de Givenchy tuvo a Audrey Hepburn, pero Yves tuvo a Catherine.
Además de conquistar la cámara y un gusto exquisito por la moda minimalista y elegante, quien mantuviera varias relaciones personales sonadas –como la que tuvo con el actor Marcello Mastroianni, que le dio una hija, Chiara, además de Christian, fruto de su matrimonio con Roger Vadim– Deneuve ha sido el rostro conocido de muchos proyectos. Símbolo nacional de la República Francesa, desde 1985 hasta 1989, fue protagonista del vídeo de la canción N’oubliez jamais, de Joe Cocker. Y en 1971 firmó el manifiesto de las 343, un grupo de mujeres muy famosas que reconocieron haber abortado alguna vez. Algo que hizo con la firme intención de despenalizar el aborto en Francia y demostrar todo su apoyo a las mujeres en esta causa. También ha formado parte de grupos activistas durante la misma década, conocida como la más inestable en el país vecino. Ahora, entre las actividades que mantienen ocupada a Deneuve, ser embajadora de buena voluntad de la UNESCO es la que mantiene un perfil más solidario.
Hoy, celebra su 80 cumpleaños y, aunque no se ha retirado ni del cine ni de la vida pública, su faceta como abuela de cinco nietos es la que más practica. Además de gestionar todos los negocios que lidera, como un patrimonio incalculable fruto de su profesión, la venta de su castillo de Primard, por cuatro millones de euros, y algunas participaciones en empresas dedicadas al vino y al deporte.
Con motivo de este aniversario, es su ciudad natal la que más tributos le está rindiendo. Destaca el trabajo colaborativo de La Galerie de l’Instant y Hotel Lutetia, que le han dedicado una exposición llamada Catherine Deneuve: Rive droite, rive gauche, con fotografías tomadas a lo largo de cinco décadas por autores como David Bailey (su único marido legal, entre 1965 y 1967) y Helmut Newton, entre otras referencias.
Sólo un ápice de todos los tributos que se merece esta gran actriz y mejor hermana, que cambió los aires regios de grandeza por una actitud humilde, vinculada a la pena de no haber llevado su carrera profesional al estrellato de la mano de esa frambuesa a la que tanto quiso y admiró. Lo bueno es que lo consiguió por las dos.