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Carolina Molas, madre de Íñigo Onieva: «Somos exiliados de ETA. Salimos huyendo una madrugada y nunca más pudimos volver a casa»

Muchos la conocen por ser la madre de Íñigo Onieva, pero esta mujer estilosa y decidida es, sobre todo, una audaz empresaria. Hablamos en exclusiva con Carolina Molas sobre cómo gestiona Cemevisa, una empresa especializada en el pequeño electrodoméstico, de cómo se ha hecho respetar en un mundo de hombres y de cómo llegó con su familia a Madrid huyendo de las amenazas de ETA.

Carolina Molas fotografiada en su despacho de Cemevisa.

El número tres ha marcado momentos importantes en la vida de Carolina Molas (Bilbao, 54 años). En 1963 su padre fundó la empresa Cemevisa, que ella dirige hoy con determinación. En 1983 tuvo que huir con su hermano y sus padres del País Vasco, asustados por las amenazas de ETA. Y en 2023 ha casado a su primogénito, Íñigo Onieva, en una de las bodas más mediáticas del año. Pero pocos conocen a esta foodie —“me encanta comer, siempre estoy descubriendo restaurantes”—, apasionada del arte —“no me pierdo ARCO”—, y exitosa empresaria que gestiona una compañía con 105 empleados y que en 2022 recibió el premio a la CEO del Año en Distribución de Electrodomésticos de Consumo: “Se lo dediqué a mi equipo y a mi padre. Me hizo muy feliz recibirlo”. Mujer de negocios y madre de tres hijos, Molas nos recibe en un despacho de amplios ventanales con vistas a un jardín y tienes aspecto de salón, decorado con cuadros que coleccionaba su padre.

Enérgica y decidida, se acomoda en una silla para hablar de su trayectoria y su pasión, la empresa Cemevisa, donde lleva trabajando 24 años, los diez últimos como CEO: “Esta empresa es como un hijo. Me ocupo de su crianza, de su crecimiento, de que su corazón siga palpitando. Y lo traduzco en palabras para que todo el mundo lo entienda”, describe. Aunque no se considera ambiciosa: “Hay gente muy conformista que se queda con lo que tiene pero es un error porque nunca nada se queda como está. Si el carro se mueve y tú no estás subida en él, mueres”. Su claridad de pensamiento contrasta con la nebulosa que reina en su memoria sobre una de las etapas más duras de su vida, cuando una fría madrugada de invierno salió de su casa camuflada con sus padres y su hermano huyendo de las amenazas de ETA.

Su empresa acaba de cumplir 60 años. ¿Cómo lo ha celebrado? 

Hice una gala en el hipódromo de Madrid en mayo, con 800 invitados con carrera de caballos exclusiva para nosotros, cada caballo llevaba el nombre de uno de los valores de la empresa. Vinieron todos los empleados, con sus parejas, además de muchísimos clientes, así como los fabricantes, otro de los eslabones importantes de esta cadena.

¿En qué consiste su negocio?

Servimos electrodomésticos y hacemos de enlace entre el fabricante y las tiendas a pie de calle. Somos una B2B [business to business]. Por ejemplo, cuando te diseñan una cocina no te la instalan hasta pasados unos tres meses pero el dueño de la tienda ha pedido los electrodomésticos porque ha presentado un presupuesto cerrado que tiene que mantener. Él no puede almacenar porque su tienda a pie de calle es pequeña pero nosotros tenemos muchos metros cuadrados para tener muchísimo stock para cuando la cocina esté terminada. Además mantenemos el precio al alza: si baja se baja, si sube, no. Para que todo esto funcione hay que tener una solvencia y un tinglado muy bien montado. 

¿Cómo ha evolucionado Cemevisa desde que se convirtió en CEO?

La dirijo desde que falleció mi padre, en 2014, y desde entonces hemos crecido un 107%. Hay muchísimos más empleados que antes y hemos ampliado en Galicia donde tengo dos almacenes. Va muy bien y la tendencia es al alza.

El negocio de los electrodomésticos es un sector muy masculino. ¿Cómo lo ha vivido? 

Cuando entré me pareció casposo. Era la única mujer y ser tan joven no ayudaba aunque reconozco que siendo  propietaria lo he tenido más fácil. Pero ya no tiene nada que ver. Todo ha cambiado muchísimo. El propio producto es una maravilla, son unas máquinas increíbles y es una gozada ir a las fábricas. Yo voy muchísimo. 

En estos años ¿ha tenido alguna experiencia #SeAcabó? 

Muchas. Miradas, comentarios… Los hombres dan por hecho que sabes menos. Pero eso ya no ocurre. Ahora hay más mujeres y a veces noto que los hombres sienten que les estamos comiendo el terreno. 

¿Y cómo ha sido?

Porque ahora las mujeres sabemos lo que somos y cuando nos juntamos nos lo decimos. Ayer estuve una reunión y éramos tres mujeres y dos hombres. Éramos mayoría algo que antes era muy difícil de ver, y menos en mi sector. Aunque siempre tengo presente que muchas mujeres, en sus trabajos, no tienen esa capacidad de maniobra.

¿Cree que la ola feminista ha influido positivamente en este cambio? 

Es una situación difícil que lleva muchos años y siglos mal hecha y cambiarla conlleva tiempo. Es un tema delicado. No se debe imponer nada. ¿Es necesario un impulso? Por supuesto, pero yo veo exageraciones con las que no me siento representada. 

La empresaria Carolina Molas fotografiada en su despacho de Madrid.

Las mujeres somos inconscientemente machistas. ¿Ha hecho esta reflexión en su empresa? ¿En su casa?

En mi casa todos colaboran. También los chicos, de siempre. Han salido así. No sé si tendré algo que ver… Yo he sido una madre muy cercana, me llevo muy pocos años con mis hijos.

En mi puesto hay que tomar muchas decisiones muy difíciles y estoy capacitada para tomarlas, porque soy valiente pero no arriesgada. De hecho soy muy conservadora”

Su empresa es familiar. ¿Cuáles son sus ventajas y desventajas?

Por una parte supone mucha motivación pero también es difícil luchar en el mercado sin que en tu empresa esté en un fondo o un grupo empresarial. 

Internet es un gran competidor. ¿Cómo  consigue mantener precios competitivos?

En Internet ni los precios ni el producto se respetan. Solo importa el dinero. Lo bajan aunque estén destruyendo todo una cadena de fabricación, de i+d… Nosotros cuidamos muchísimo el producto y también tenemos que ser competitivos en la calle. Tenemos buenos precios pero nos diferenciamos por dar un servicio excelente. 

¿Cuál es su fortaleza frente a la competencia?

Tener muchísimo stock. Tenemos nueve almacenes por España para cuando vienen mal dadas como el Covid o el post Covid, que fue aún más duro por los problemas del transporte. Eso supone una inversión muy grande tanto en compra de stock como en la compra de los almacenes donde guardarlo. Otro de nuestros puntos fuertes es la cantidad de comerciales a pie de calle y en nómina que tenemos. Gente que es empresa. 

¿Cómo se inició Cemevisa?

Esta empresa la creó mi padre. Era una de muchas: una constructora, una cadena de radio… Era un súper empresario con muchas capacidades. Según fueron pasando los años se fue quitando unas y otras y se centró en las que hay ahora, Cemevisa y Lux-May, una fábrica de iluminación con sede en Vizcaya.

La empresa se fundó en Bilbao. ¿Cómo llegaron a Madrid?

Somos exiliados de ETA. En el 83 tuvimos que venir a Madrid. Salimos huyendo una madrugada sin coger nuestras cosas y nunca más pudimos volver a casa. Fue muy traumático. Yo tenía 15 años, muy mala edad. Mi padre llevaba muchísimos años amenazado y estuvieron a punto de atentar contra él muchas veces. Vivíamos en Neguri [Getxo, Vizcaya] y a nuestro alrededor había secuestros sin parar. Amenazaron a los primogénitos de las familias, como es mi caso, y eso empeoró mucho las cosas.

¿Estuvo recluida en casa de sus padres sin ir a la escuela?

¿Te puedes creer que no me acuerdo mucho de aquella época? Creo que mi mente lo ha borrado. Me falta información porque mi padre era muy vasco y no daba explicaciones. Nos fuimos un día a las cinco de la mañana, cada uno en un coche, con el perro, las tortugas, nevando… Ya en Madrid estuvimos viviendo en hoteles. Cuando por fin nos instalamos en una casa nos íbamos mudando porque nos iban descubriendo… Fue horrible. Tardamos años en vivir tranquilos. Cuando nos instalamos aquí mi padre montó Cemevisa Madrid. 

¿Siempre quiso trabajar en esta empresa?

No. Estudié diseño de moda e industrial. Soy creativa y el trabajo de mi padre no me llamaba mucho la atención. Pero fui madre muy joven y me puse a trabajar con él. Empecé a generar familia con 20 años y a los 25 tenía cuatro hijos. Uno de ellos falleció de meningitis a los 7 años. Lo tenemos aceptado, aunque costó.  

¿Qué aprendió de su padre? ¿De su madre? 

Mi padre era el gran maestro. Su palabra era ley y era súper trabajador. El primero en llegar y el último en irse. Imponía muchísimo, era vasco, tosco pero con un corazón de oro.  Mi madre no tiene nada que ver. Es diplomática, dulce… Yo soy una mezcla de los dos.

Empecé a generar familia con 20 años y a los 25 tenía cuatro hijos. Uno de ellos falleció de meningitis a los 7 años.

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo? 

Tener el poder y la solvencia para ejecutar los desarrollos que se me ocurren. En mi puesto hay que tomar muchas decisiones muy difíciles y yo estoy capacitada para tomarlas, porque soy valiente pero no arriesgada. De hecho soy muy conservadora. 

¿Tiene más sensibilidad con sus empleados para conciliar por ser mujer?

Todos buscamos el bienestar de los empleados: el director general, el director comercial y el director de cada almacén. Cada uno se tiene que ocupar de su equipo. En esta empresa se concilia igual en todos los departamentos. No veo que me tenga que imponer porque yo sea mujer.

Viendo su pasión por Cemevisa, no querrá jubilarse.

No te creas yo también tengo ganas de disfrutar. Hacer tantas gestiones todos los días supone mucho estrés. No quiero jubilarme de anciana.