Moda/Belleza

El lujo silencioso, la tendencia que arrasa entre los billonarios (como los de Succession)

Un lujo que no es necesariamente evidente a la vista, sino aquel que sólo unos pocos reconocen. El lujo con el que se distinguen las élites, pero que carece de grandes logotipos y no presume de origen.

‘If you know, you know’ bien  podría ser el lema de tendencia que está en boca de todos: quiet ‘luxury’ o, traducido, lujo silencioso. En buena medida, gracias al auge de la serie Succession, y a las redes sociales, en especial de TikTok, donde los hashtags con este término tienen, tanto en inglés como en español, millones de visitas. De hecho, es el eslogan de una de las campañas de Loro Piana, una de firmas emblema del lujo silencioso, que aboga por prendas sencillas y atemporales, y que encuentra la elegancia en un producto reposado, artesanal, exclusivo y de acabados impecables, que habla por sí solo sin necesidad de ningún tipo de logotipo o seña identificativa que evoque una marca, pero perceptible para miradas expertas. Sólo los pocos que reconocen su valor, pueden apreciarlo. El que sabe, sabe. 

A diferencia de otras series que se centran en la ostentación de las familias más adineradas, como Las Kardashians, en Succession, de HBO, se muestra el lujo de manera discreta y refinada, reflejando el estilo a través de un vestuario sobrio, ideado por Michelle Matland, plagado de básicos, pero no aptos para todos los bolsillos. Concretamente, sólo el 1% por ciento de la población puede permitírselo, lo que distingue a los billonarios de los millonarios. La familia Roy, protagonista de la serie, pertenece a lo que se conoce como ‘old money’, una expresión que se utiliza en Estados Unidos para definir a los ricos con abolengo de toda la vida, es decir, de clase. Para entenderlo mejor, el contrapunto al nuevo rico, que quiere ostentar, escalar socialmente y aparentar, en este caso, a través de su vestimenta. Al contrario, en Succession el lujo se presenta de manera sutil pero constante en cada episodio.

La opulencia que no se exhibe. Adiós a los logotipos, al bling bling y a los diseños estridentes que han predominado en los últimos años, para dar la bienvenida a un minimalismo elevado a su máxima potencia y de calidad soberbia, que replantea los códigos de vestimenta y los hábitos de consumo, sin perder la principal característica del lujo: la exclusividad.

El lujo silencioso irrumpe como una contratendencia de la moda rápida y los productos low cost dirigidos a las masas y los códigos de su estética se acercan a las corrientes planas y sobrias de los años noventa. El término toma forma porque habla de productos cuyo valor se justifica, no en una apariencia llamativa, sino en la elegancia de su diseño y en la artesanía tradicional, que se crean con atención al detalle y dedicación en su fabricación, encarnando así el lujo de lo bien hecho.

quizás el primer exponente de lujo silencioso, desde sus inicios, es The Row, creada, en 2006, por las gemelas Ashley y Mary-Kate Olsen.

Ante la excentricidad, elegancia natural y sin pretensiones: siluetas simples, líneas limpias, una paleta de color monocromática y neutra, como negro, blanco, beige o gris, que se hace aún más evidente en prendas de invierno como jerséis o abrigos, donde se aplica el principio de ‘menos es más’. Además, pone el foco en los tejidos, optando por opciones naturales y sostenibles, centrándose en este factor como la principal razón para adquirir un artículo: cashmere, sedas, algodón egipcio o vicuña. En definitiva, básicos elevados, que duren toda la vida y, a poder ser, hechos a medida. Las modas pasan, pero la excelencia perdura.

“El lujo silencioso no es algo nuevo, en todas las épocas, ha habido clases de privilegio, que se han distinguido del resto, pero que, a la vez, han adquirido unos códigos muy sofisticados para lanzarse mensajes y reconocerse entre sí”, aclara la profesora de los grados en Diseño y Bellas Artes, y coordinadora del título en Diseño de Moda de la Universidad Francisco de Vitoria, María Isabel Castro.

“Las tendencias, aunque puedan parecer frívolas, tienen raíces profundas y complejas, como la necesidad de contar una historia o satisfacer el sentido de pertenencia a un grupo con el que se comparten valores, y, a través de unos símbolos, como objetos o prendas, se va construyendo una identidad que tiene que ver con un estilo de vida”, explica desde la perspectiva académica.

“En un entorno donde, cada vez, unas pocas personas tienen más dinero, mientras baja el poder adquisitivo de la mayoría, hay más pudor por ostentar y a mostrar abiertamente el privilegio, se tiende a evitar cualquier tipo de signo demasiado descarado y se opta por lo discreto”, dice María Isabel Castro, quien añade que, “sin embargo, es paradójico, porque a la vez, esa minoría lanza un mensaje a los que están en su círculo social, a aquellos que también reconocen la extraordinaria calidad, el diseño y los acabados de los artículos de marcas que son más nicho, menos conocidas por el gran público”.

Por otro lado, la profesora de la Universidad Francisco de Vitoria expone que “en general y a otro nivel, en un contexto de inseguridad como el que vivimos, de incertidumbre geopolítica, social y económica tras la pandemia y con la Guerra de Ucrania, es más lógico que se generen hábitos de consumo que dependan menos de idas y venidas, y cambios, y se invierta en prendas de corte clásico y atemporales, que puedan ser utilizadas dentro de treinta años”. 

MARK ZUCKERBERG ES UNO DE LOS ROSTROS DEL LUJO SILENCIOSO, JUNTO CON EL  POLÍTICO VLADÍMIR PUTIN Y LA ACTRIZ GWYNETH PALTROW

Iconos del lujo silencioso. Mark Zuckerberg, es uno de los rostros del lujo silencioso. A primera vista, parece que el fundador de Facebook viste despreocupado, con básicos cómodos y sin logotipos, que podrían parecer de GAP o Uniqlo. Sin embargo, sus camisetas de Brunello Cucinelli cuestan alrededor de 500 euros. Eso sí, están confeccionadas en bucólicas fábricas en la región italiana de Umbría, elaboradas manualmente por una comunidad de costureros locales, y puedes saber hasta de que oveja provienen. Como curiosidad, Cucinelli siempre defiende que sus trabajadores son los mejor pagados del sector: un 20% más.

Sin salir del mundo tecnológico, hay que recordar los jerséis negros de cuello alto de Steve Jobs, del también desaparecido Issey Miyake. Según la biografía del fundador de Apple, quedó tan fascinado con la chaqueta del uniforme que el diseñador japonés creó para los trabajadores de Sony en 1981, en el 35º aniversario de la compañía, que le encargó un estilo similar para sus empleados. Finalmente, gran parte de estas prendas pasaron a formar parte del armario personal de Jobs. Otros empresarios de élite que destacan por hacer culto a la templanza en el vestir, y no enseñar jamás una marca, son Jeff Bezos o Rupert Mudoch.

Modelo de Jil Sander

En la política, sin duda, la referencia es Vladímir Putin. Siempre sin etiquetas para evitar captar la atención de los medios y con un estilo tan sobrio, que parece casi uniformado. En sus apariciones, es frecuente verle con diseños de Kiton: impecables trajes de chaqueta valorados en 6.000 euros y jerséis de cuello vuelto de 2.800 euros.  Además, el mandatario ruso suele decantarse por la también casa italiana Brioni, de referencia entre los aristócratas y la élite europea. Cada atuendo de la marca, que ha vestido al mítico James Bond, es hecho a medida y tiene un coste de 5.000 euros. En cuanto a zapatos, Putin por lo general es fiel a Salvatore Ferragamo, pero en ocasiones se decanta por la firma británica John Lobb. Asimismo, fue muy comentada la parka de Loro Piana, de 12.000 euros, que líder ruso llevó durante la conmemoración del octavo aniversario de la anexión de Crimea, en un multitudinario evento en el Estadio Olímpico de Luzhnikí, cuando el salario mínimo del país está fijado en 1.600 euros anuales.

En cuanto a marcas, quizás el primer exponente de lujo silencioso, desde sus inicios, es The Row, creada, en 2006, por las gemelas Ashley y Mary-Kate Olsen. Del colorido Disney, pasaron a fundar esta firma basada en prendas discretas, pero de primera calidad, que se ha convertido en una de las más influyentes de Nueva York. Sus jerséis de pelo de camello, con precios que oscilan de los 500 y 2.000 euros, se han convertido en un icono, así como sus confecciones en seda, cuero y cashmere, materiales recurrentes en sus creaciones.

El lujo silencioso irrumpe como una contratendencia de la moda rápida y de los productos ‘low cost’, dirigidos a las masas

Otras firmas que llevan esta sutileza del lujo en su ADN son Jill Sander, Delvauz, Phoebe Philo, Khaite o Martin Margiela. Además, lo encontramos en colecciones de las grandes casas de la moda, como Bottega Veneta, Loewe, Hermès, Celine o Saint Laurent. Diseños firmados por McQueen o Tom Ford también han aparecido en la serie Sucession. Sin olvidar Max Mara y sus icónicos abrigos.

Pero el lujo silencioso va más allá de la moda, recalando en el diseño, el arte, la decoración, la gastronomía, la cultura, así como en la educación. Un estilo de vida, donde los detalles cuentan, aunque, muchas veces, no sean reconocibles para las masas. Como dice el refrán anglosajón: ‘Money talks and wealth whispers’, es decir, ‘el dinero habla y la riqueza susurra’. 

Gwyneth Paltrow, a juicio

Con el permiso de Johanny Depp y Amber Heard, uno de los juicios más mediáticos de las últimas semanas ha sido el de Gwyneth Paltrow.  No tanto por el contenido, la actriz fue demandada por un hombre con quien se chocó en una pista de esquí en Utah, en 2016, que más tarde la intérprete ganó, sino por su vestuario, que se ha hizo viral con la etiqueta #quiteluxury. Gwyneth se decantó, para declarar durante poco más de una semana en la Corte de Park City, por atuendos mucho más conservadores y formales, más propios de un juicio, que lo que acostumbra en sus publicaciones en su blog Goop. El primer día, por ejemplo, la actriz lució un suéter de cuello alto de Loro Piana modelo Parksville, valorado en 1.700 euros, que combinó con un abrigo verde oliva de The Row, de aproximadamente 4.200 euros, que, por cierto, ya se encuentra agotado. Como complementos, unas botas modelo Triomphe de Celine, de 1.000 euros, y unas gafas clásicas estilo aviador de Ray-Ban.