Fue en los años veinte cuando Gabrielle Chanel revolucionó los códigos de la vestimenta del momento. Más allá de la creación de una firma que dio a la mujer la libertad que no sabía que deseaba, en términos generales –por ejemplo, con el destierro del corsé al fondo del armario–, la modista francesa creó una prenda que rápidamente se convirtió en hito de la historia de la moda: un vestido negro y corto, que dejaba las piernas al descubierto, sin restar elegancia.
Más conocida como Coco Chanel (Saumur, 1883-1971, París), la diseñadora creó el llamado ‘little black dress’ o ‘petit robe noir’, en 1926, en un momento en el que el estilo de vestir femenino requería unos códigos muy diferentes a los que propuso la francesa con esta creación. Un vestido que no sobrepasaba la altura de la rodilla y en un color hasta entonces prohibitivo en la industria de la moda. Si bien la alta sociedad tenía por norma vestir de colores neutros y claros, el negro era un color destinado a las trabajadoras del hogar –para su rápida identificación y facilidad para disimular manchas– y para los atuendos en funerales. Sólo el luto permitía lucir un color tan poco agradecido en las calles y en las pasarelas hasta que en el número de octubre de 1926 de VOGUE USA apareció, por primera vez, un boceto de un little black dress. Lo firmaba Coco Chanel y recibió el calificativo de ‘el Ford de la moda’.
Con esta creación, Coco Chanel democratizó el armario de las clases sociales más altas, al convertir en objeto de deseo un color usado por trabajadores del hogar y, por ende, más fácil de adquirir. Los colores pastel, más exclusivos, compartieron espacio en el guardarropa con esta prenda recién llegada. Con un LBD [little black dress], mínimamente por debajo de la rodilla, la modista acudió al teatro. La publicación que anunciaba un nuevo estilo y esta presentación en sociedad fueron el pistoletazo de salida de la popularización de la prenda.
Sin perder un ápice de distinción, el little black dress se posicionó como el básico femenino por excelencia, fácil de combinar y lucir tanto en planes de días como de noche. Pero, sobre todo, fueron algunas musas quienes ayudaron a que este vestido alcanzara fama y se posicionara como lo que es hoy: una prenda versátil, elegante y minimalista, con tantas alternativas en el mercado como firmas de moda.
Su principal embajadora fue Audrey Hepburn. La actriz lo lució en Desayuno con diamantes (1961), una adaptación de la novela de Truman Capote. Esta vez, el responsable del diseño fue Hubert de Givenchy, quien se hizo cargo del vestuario de su amiga dentro y fuera de la pantalla. En satén negro y con falda tubo hasta los pies, el personaje Holly Golightly recorrió la Quinta Avenida, con su desayuno, en busca de una joya que le hiciera olvidar sus orígenes humildes. Cuando acabó la película, este vestido ya era un icono de moda y formaba parte de la historia del cine. Más tarde, se subastó por 700.000 euros.
Christian Dior también fue otro de sus máximos exponentes. Lo reinventó en un modelo más petit: sin mangas, con vuelo y por encima de la rodilla. Lo mismo Hervé Leger, Calvin Klein, Dolce&Gabbana, o Gianni Versace, primero, y Donatella Versace, después, entre otros. Esta última lo creó en 1994 para Elizabeth Hurley, quien apareció con él puesto en una alfombra roja junto a Hugh Grant. Sin embargo, la versión más atrevida hasta la fecha corrió a cargo de Mireille Darc para la maison francesa Guy Laroche: escote a la espalda y transparencias, en la película El gran rubio con un zapato negro (1972); mientras que Jil Sanders y Prada fueron los artífices de su adaptación más minimalista y antagónica.
Bastaba con dar con el estilo adecuado según el momento. Se consagró el uso de la lana para su versión más diurna, dejando el terciopelo y el encaje para la noche.
Aunque sin duda, fue Diana de Gales quien supo hacer de este vestido una auténtica declaración de intenciones. La considerada princesa del pueblo, que habituaba a vestir fabulosos diseños negros de cóctel y de noche, asistió a una fiesta de VANITY FAIR, en 1994, con un diseño de Christina Stambolian. Vestida para no pasar desapercibida, su elección fue bautizada como ‘el vestido de la venganza’ [revenge dress], ya que su aparición coincidió con el anuncio del noviazgo del por entonces príncipe Carlos, ahora rey de Inglaterra, con Camilla Parker.
Ya en la colección de 2005, Karl Lagerfeld, legendario director creativo de Chanel, presentó una propuesta fall/winter basada en su mayoría, en adaptaciones del little black dress, perpetuándolo así en el tiempo e innovando con él en versiones contemporáneas. Un legado que hoy, 96 años después de aquella magnífica idea, Virginie Viard mantiene candente, en su labor como director creativa de Chanel.